Historias de Patagonia: Un comisario para el olvido
Noche, prostíbulo, alcohol, actitud pendenciera y un Colt 44 cargado en su mano derecha. El coctel perfecto para una tragedia. La escena transcurre en la “casita” de Rosa Barrios, en la incipiente población de Puerto Deseado.
El protagonista es un ex comisario de la Policía del Territorio de Santa Cruz llamado Estelo Bolfo, con antecedentes de “garroteador” de peones y obreros, por lo cual había sido condenado en el año 1915.
Un domingo 11 de diciembre del año 1921, a las 22 horas comenzará a desarrollarse uno de los hechos de sangre más comentados en el lugar, previo a los fusilamientos que ordenara el teniente coronel Varela como represión a los reclamos obreros en la denominada “Patagonia Trágica”.
El agente Segundo Orellana viene avanzando presuroso, acompañando al oficial Spina al burdel de la “tía” Rosa. Lo noto preocupado le dice Spina al subalterno. “Disculpe pero vió que se habla de la llegada del teniente coronel Varela y el 10 de Caballería acá para enfrentar a “Facón Grande” y su gente, responde el agente..
Más problemas mi oficial, ya se habla de fusilamientos de peones en Cañadón León y El Calafate. Roguemos que aquí no ocurra lo mismo, que no haya muertos. Spina lo escuchó al tiempo que se concentraba en la orden que le había impartido el comisario Barloa en la dependencia..
Rosa Barrios vigila todo detrás del mostrador. No le gusta la actitud provocadora del recién llegado. Pero hay que acomodarse a los tiempos – piensa – mientras sirve a los parroquianos que cada noche se dan un permitido en el lupanar.
Ella no es economista, simplemente una madama, como las otras dos mujeres que manejan el negocio de la prostitución en Puerto Deseado. Se habían reunido la semana anterior analizando la situación.
Margarita Montero y Adelina Pino coinciden con Rosa que “la huelga del campo” nos deja con pocas ganancias. El fuerte del trabajo viene cuando la paisanada cobra y baja al pueblo”
Adelina Pino advierte que “ esto no parece tener arreglo. Solo nos quedan los ferroviarios, algún obrero del frigorífico y uno que otro estibador. Sin el campo esto está muerto”
En esas tribulaciones está Rosa Barrios cuando escucha los gritos de Estelo Bolfo, insultando a la policía y desafiando a que la llamen de ser necesario. La madama es tolerante, pero no quiere que la situación se le vaya de las manos y advirtiendo que está ante un individuo peligroso, le ordena a uno de los colaboradores que prontamente llame a la policía, sin saber que todo tendrá un sangriento desenlace.
“ Otra vez ese tipo resentido armando quilombo, no se se resigna que la Policía del Territorio ya lo echó de sus filas”, dice el oficial al “miliquito” nuevo. “ “Como fue eso de la baja” pregunta Orellana mientras apura el tranco de su caballo.
“Usted, responde el oficial, viene del campo entonces entenderá la nobleza del paisano. Este Bolfo garroteó y torturó a peones y baqueanos en Caleta Olivia”.
El joven agente traga saliva y vuelve a la carga con sus preguntas. “y quien lo echó si puede saberse oficial..?..Spina lo mira y vuelve al relato. “ Es que le hicieron juicio por apremios ilegales por el caso que le dije”.
Orellana se sobresaltó. Por un instante se le representó la imagen golpeada y sangrante del baqueano Agustín Coronel atado a la rueda de un carro. Silbaba el látigo rompiendo el triste silencio en esa comisaria caletense. Todo el pecado de los paisanos había sido contradecir al comisario Bolfo cuando les pidió indentificarse y para armarles una causa los acuso de “tentativa de homicidio” diciendo que lo habían atacado.
El propio Bolfo es quien ordena los castigos, con tal frialdad que no tiene reparos para acostarse a dormir la siesta y escuchar los quejidos que vienen del patio del puesto policial. Quien cumple sus ordenes es el novel agente de apellido Cachevol.
Manuel y Agustín Coronel y Julián Chapalala fueron los lonjeados y garroteados por la policía. “Pero quien lo denunció mi oficial..?”sigue indagando Orellana. Es que hubo muchos testigos de esas “perrerías”, que aparentemente no fueron las únicas. Le dieron casi un año de prisión y la baja de la fuerza.
Por eso la bronca y el resentimiento, dice el oficial. “ Ya llevamos varios días de provocación de este tipo, queriéndonos hacer reaccionar.” Un par de estampidos espantaron a los caballos, al tiempo que Orellana le consultaba a su jefe sobre los apremios ilegales del pendenciero Bolfo.
“Pero el hombre metió la pata, porque los Coronel no eran unos paisanos así nomás. Para su información, Manuel Coronel padre era amigo y baqueano del gobernador Lista y de otra gente conocida”.
Claro, dice Orellana, entonces el juicio se le vino encima y de ahí a la baja hubo una cuestión de tiempo.
Cuando faltaba poco para llegar al burdel donde se encontraba el iracundo ex policía, un vecino del local les advirtió “tengan cuidado, anda calzado con un pistolón. Tiene un Colt 44 y una caja de balas. Anda diciendo que quiere bajar al primer milico que se le cruce”.
“Esto empezó ayer en la casa de don Maximino Alvarez, durante un intervalo de la función teatral, ahí Bolfo me insultó, dice el oficial Lorenzo Spina. Y no contento con ello volvió a repetir lo mismo en la confitería Colón.”
Un grito de mujer en el burdel los devuelve a la realidad, una pupila de la “casita” corre gritando que un hombre armado amenaza con matar a todos allí dentro. Spina y Orellana desmontan y avanzan a paso rápido rumbo a lo de la “tía” Rosa.
El desbande de parroquianos es mayúsculo y la inminencia de la tragedia, cercana. Orellana se abalanza sobre Bolfo intentando desarmarlo. Se escucha un estampido y de inmediato el agente se desploma al recibir un disparo en el parietal izquierdo.
Solo son solo fracciones de segundo que parecen eternas. Lorenzo Spina ve caer a su subalterno y sabe que no tiene más opción que disparar. Abre fuego, vaciando el cargador.
El ex policía Bolfo se desploma al recibir un certero balazo en el cuello. El olor de la pólvora y la sangre de Orellana y Bolfo que tiñe la calle de ripio son una postal trágica de ese 11 de diciembre, cuando el reloj marca las 23 horas. Así lo certificará el médico policial, doctor Ambrosio Barni.
Lorenzo Spina, joven oficial de la Policía del Territorio Nacional de Santa Cruz sintió que había cumplido con su deber y había hecho justicia por los maltratados y torturados que en su palmarés tenía el ex comisario Estelo Bolfo.
N de R: Agradecimiento especial al grupo “A los caídos por la livertá de Puerto Deseado y en especial a Marisa Mansilla integrante del mismo, por el material suministrado.
Fuente: DiarioNuevoDía-Mario Novack.